Cobarde acosador
Sentí una presencia mientras caminaba hacia mi casa, no lo voy a negar, pero tenía la adrenalina altísima por la actividad física, estaba contenta, y con los auriculares puestos escuchando música. Con los oídos libres tampoco lo habría oído porque su silencio era sepulcral. Existía la posibilidad de verlo y gritar para que alguien evitara el desenlace, pero ya es pasado, la vida no tiene devolución.
Fue cobarde
al abordarme por la espalda como lo era cuando me enviaba cosas oculto tras una
pantalla, cuando se hacía pasar por mí, cuando contactaba a los míos. También
cuando tocaba el timbre o cuando me espiaba por la ventana de mi casa o cuando
me seguía. Como todos los acosadores tienen delirio de invisibilidad.
Fue cobarde,
además, cuando se suicidó después de apuñalarme en la vereda y cuando los
vecinos lo rodearon. También lo fue cuando pidió a las máximas autoridades de
la provincia que lo salvaran de ser juzgado por violar una de las tantas prohibiciones
a acercarse a mí.
Aún no se
entiende lo peligroso que puede ser un acosador, pese a haber hecho 13
denuncias que terminaron engrosando el expediente de mi asesinato. Tampoco se
tomó enserio la salud mental del sospechoso para proteger a la víctima. No voy
a ser la última, lo lamento por la siguiente.
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