Prófugos (De esto no se habla III)

  Estaba prófugo de la justicia hacía varios días, tiempo suficiente para planear un prolijo escape. Contaba con el recurso humano, tecnológico y adquisitivo necesario.
  Un tipo muy inteligente para los negocios, nadie lo puede negar. Un obsesivo que lograba todo lo que quería, todo lo que planeaba. Rodeado de gente fiel que sólo él supo conseguir y que sacó de las épocas más oscuras de la historia.
  Lo habían acorralado, sabía que llegaban a buscarlo. Sentía que se acercaban las frías esposas en sus muñecas, tal como las que él había hecho poner a su acérrimo enemigo antes de carbonizarlo. A quien le había sacado su alma, al accionar el disparador que le tomó una instantánea.
  Su captura era inminente. Esperó hasta que se acercaron y accionaron el picaporte. Un disparo en la cabeza, a puertas cerradas, en el baño. Un cráneo devastado por los perdigones que era imposible de reconocer. Dos cartas.
  Se había alimentado muy bien antes de despedirse, signo de que tendría que atravesar un largo viaje.
  Nadie lo reconoció, salvo la ciencia a través de su instrumento que todos temen plagado de corrupción por lo humano. La eterna sospecha de la opinión pública hizo que una parte suya se mantenga en la Facultad de Farmacia y Bioquímica para que, cuando la leyenda decaiga, se pueda extraer otra parte para analizar y descubrir otra verdad, la verdad o una misma mentira.
  Es el mayor mito de la historia argentina: ¿está muerto o está prófugo?

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