Gotas de muerte

Lo último que recuerdo es el horizonte visto desde el décimo piso de Riobamba casi Lavalle, cuando todo el dolor estaba desapareciendo. Era septiembre y yo estaba envuelto en una frazada y sentado en la silla del balcón. Así me dejaron. Atrás un departamento desierto sin mis muebles, sin mis objetos personales. Vacío.

Atrás habían quedado los años de preocupación por si las acciones subían o bajaban; las ansias de volver definitivamente a la madre patria; y otros sueños que no se cumplieron.

Tres cerraduras y una puerta blindada no pudieron contra ellos, pero ese objeto contundente sí pudo conmigo.

Mi frazada y yo estuvimos juntos dos meses hasta que alguien se dio cuenta de que, en el piso de arriba, goteaba la muerte.

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