Infinita luz roja

Disparos. Respiración agitada. Golpe de las zapatillas contra el cemento. Fue lo único que escuché mientras cruzaba, corriendo, el puente hacia el otro lado de la estación. El eterno puente.

Yo miraba hacia delante y veía cruzarse una infinita luz roja que partía el horizonte. Pero seguí, firme, con las piernas cada vez más ágiles y con la cabeza alta. Tenía que escapar de esa pesadilla. Yo y mis quince amigos.

Él me dijo en el hospital que también la vio. A la luz roja. Me dijo que era una mira láser. Y que, en un momento, la observó dibujada en mi nuca. Después me vio caer. Él no sabe que lo escucho y yo no sé si podré decírselo.

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