Cenizas


  Mi bolso. Fue lo último que vieron mis ojos. Lo que me arrebató antes que a mi vida. Su mirada, fuera de órbita, ya me había hecho asustar en otros momentos, pero éste era especial. Me sentí como cada mujer golpeada que guarda celosamente el secreto, no por orgullo, sino por vergüenza.  
  Él es tan estructurado, que cada 4 meses, debía producirse un cambio en nuestras vidas. Ahora pienso si no tenía pensado, 120 días antes, mi macabro final. Sí, macabro. Aunque ustedes aún no lo sepan, o no se enteren nunca.
  Todos los momentos, eran de tensión. En cada palabra, había un insulto. Las antiguas caricias se convirtieron en golpes y un buen día, se le fue la mano.
  ¿Quién podría pensar que iba a dejar a mi hija sola? ¿Quién podría pensar que a mi madre y hermanos, después de la terrible pérdida que habíamos tenido, los iba a abandonar? ¿Quién podría pensar que no cuidaría mi reciente embarazo? ¿Quién podría pensar que mi amor me llevaría a la muerte? 
  Bien sospechado por mi familia. Mal sospechoso para la justicia. ¿Cuánto más lo tendrán como un simple testigo? ¿Cuánto dinero vale esperar por la prescripción de la causa?
  Mi cuerpo fue de un lado hacia el otro, durante toda una madrugada, hasta que encontraron el lugar perfecto. Lo introdujeron, abrieron la puerta, prendieron el fuego y accionaron la palanca. La cinta me transportó hasta el otro lado. Y fue todo cenizas.

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