Yo estuve conmigo… y él también

  
Nadie tiene que dar explicaciones de su vida privada hasta que te matan. Y ahí aparece una larga lista de supuestos amantes. Si supieran la verdad, deberían canonizarme…

  No entiendo cómo pueden confundir un juego sexual con un homicidio por ahorcamiento. Minutos antes la había pasado muy bien, pero en una cena con 6 amigas en un restó que terminamos más tarde en la casa de una de ellas descorchando alegría, tal como me gustaba, como acostumbraba.

  Alguien más estuvo ahí, conmigo, yo lo conozco, vos lo conocés, pero un desfile de vecinos echó a perder las pruebas que había en el mismísimo lugar donde él me había matado.

  El tiempo que utilicé en mi salida nocturna casi le juega una mala pasada. Estaba muy nervioso, ya era entrada la madrugada. Había intentado que nunca se consuma la cena porque levantó la reserva. Muy iluso fue pensar que por eso yo iba a volver temprano a casa.

  No lo dejarían perder nunca. Una persona tan influyente puede jugar a lo que quiera, en cualquier lado y ganar, nadie se animaría a discutirle. Salvo yo, claro.

  No sabía que ese día no funcionaban ni las cámaras de seguridad ni la alarma. Y si lo hubiera sabido, no me habría preocupado en lo más mínimo. Al fin y al cabo, nadie extraño entró.

  Lo que pasó después fueron rumores, mentiras, el morbo necesario para hacer de una hermosa ciudad la réplica de Sodoma y Gomorra, una larga lista de espera en el consultorio y un perejil.

  Hay que tener contactos, con eso lográs todo: hasta impunidad en el asesinato de una mujer, que puede ser la tuya…

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