Uno de esos suicidios poco convencionales

  
Como con una cámara subjetiva veía a mis viejos que hacían el mismo camino que me hicieron hacer a mí para instalar mi cuello alrededor del cable.

  Como todas las noches, caminaba hacia el fondo de mi casa para fumarme un cigarrillo. El que da largas pitadas sabe que entre el humo y las cenizas hay miles de pensamientos y yo estaba preocupado.

  Las tierras que se habían ocupado eran para lograr hacer efectiva la Ley de expropiación para tener una vivienda digna, pero no sabíamos que el negocio era de otros.

  No pude terminar de pensar. Vinieron a apretarme, pero nunca pensé que iban a hacerlo. No hay crimen perfecto, pero sí fiscales perfectos para extorsionar.

  En un papel dice que mi muerte fue un suicidio, claro que por propia voluntad, ni siquiera alegan algo inducido y, mucho menos, la posibilidad de un homicidio. ¿Cómo habré hecho para autoflagelarme? Tenía muchos golpes en el cuerpo y la cara morada. ¿El fiscal vio la foto en blanco y negro?

  Si alguien oyó mi voz pidiendo auxilio ¿no le pareció que no tenía intenciones de suicidarme? Si mi viejo vio salir de casa a tres tipos con armas y disparando ¿todo hace pensar que solito tomé un cable de teléfono, lo até a un caño y me colgué?

  Hay que tener doble apellido, aceptar la tranza y ser amigo de periodistas zonales para que todo salga bien. Te aseguro que todas las noches ve mi foto, esa imagen fría que figura en la causa. Te aseguro que cada vez que la recuerda se le hace un nudo en la garganta porque sabe que ese cable no me lo rodeé en el cuello, ellos me lo apretaron hasta terminar con todo el aire que respiraba.

  El negocio era de otros: esos que hacen pintadas para el candidato de turno, las patotas manejadas por la política.

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