Los cincuenta metros entre la vida y la muerte
Veo mi recorrido como si fuera una cámara subjetiva que me acompaña desde que salgo de la casa de mi abuela y que pierde el foco las vías del ex Ferrocarril Mitre.
No me dejó llegar a casa, yo intuí su intención de violarme y me resistí cuanto pude. Ya no sabía cómo defenderme y no podía sacar sus manos de mi boca y de mi nariz, mientras perdía la poca respiración que me quedaba.
Esta a pocos metros de mi casa y sabía que no llegaba, que no podía gritar, que no podía avisar.
Muchos sospechosos pasaron por los análisis de ADN pero ninguno quedó plasmado en la causa como mi atacante. Y eso pasa con muchas otras víctimas y seguirá sucediendo si hacen caso omiso a la petición de las Madres del Dolor para la creación del Registro de ADN de violadores ya condenados.
A la justicia llegan reincidentes todo el tiempo: los que nos podríamos haber salvado estamos muertos, mientras que los que se podrían haber salvado luego de nosotros se están por morir.
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