La traducción de las pruebas

     Después de dar clases toda la semana, el viernes por la noche quería descansar y aproveché las inclemencias del tiempo para ponerme el camisón y las medias largas antes de acostarme.

     Pero llegó él y le abrí la puerta. Escuchaba pero no entendía ni podía hablar. Todavía tengo impregnado en las fosas nasales el olor a establo (un mix de pasto y bosta) y creo saber de qué lugar se trata. No recuerdo más hasta que me pude ver desnuda y llena de barro mezclado con sangre.

     No sólo había recibido puñaladas sino también disparos de arma de fuego. Eran 23 las heridas punzo cortantes y dos las balas que me atravesaron: en la cara y en las nalgas. Cualquiera se daría cuenta de que se trató de un crimen pasional más aún sabiendo que me había separado por ser víctima de la violencia de mi marido.

     Si quienes encontraron mi cuerpo se hubieran instruido más o sido honestos podríamos haber logrado la justicia: yo tenía muchas pruebas para ellos y a simple vista. No era necesario traducirlas estaban en el más puro castellano, pero no las vieron o no quisieron.

     Hace un año que él está rondando por acá pero se escapa de mí. No sé dónde estará su cuerpo y tampoco las partes del mío que terminaron en una fosa común porque nadie se hizo cargo de los gastos ni de vengar mi asesinato.

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