La impunidad en el fondo de la pileta de un colegio

     Estaba preparada para nadar esa tarde en la competencia que hacía en el Colegio, pero alguien no me dejó salir del vestuario. Yo luché todo lo que pude para escaparme de esa agresión pero él era mucho más grande que yo y tenía mucha fuerza. Pensé que me había desvanecido hasta que abrí los ojos y vi cómo mi nariz chocaba con el fondo de la pileta donde tendría que haber estado compitiendo.

     No veía a nadie allí, no entendía nada y mucho menos cómo podía estar tanto tiempo en la profundidad de la pileta sin necesidad de respirar. Una vez que un compañero se arrojó a la pileta entendí que yo estaba muerta y no tenía mucho más para hacer que esperar a que todo se descubra.

     Dijeron que había sido un accidente pero yo no me caí. A mí me tiraron a la pileta sin vida por eso no había agua en mis pulmones ni en mi estómago. Encontraron manchas de semen en la malla deportiva que llevaba puesta ese día pero no supieron conservarla para descubrir quién me había matado.

     Esperé que algún otro investigador pueda dar con el culpable pero sólo me enteré que mi padre fue el que terminó preso por pedir justicia por mí. Demasiados jueces (cuatro) tocaron mi expediente, muchos peritos fueron investigados; mis compañeras declararon pero después creo que se asustaron, o mejor dicho, alguien las asustó pero nadie reparó en ello ¿alguien del colegio las asustó? Todos éramos muy chicos: teníamos once años. De más está decir que en un colegio y durante una competencia es imposible que nadie vea nada.
     

     No fue el crimen perfecto sino la más perfecta de las atrocidades judiciales.

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